Todas las veces que nos dijimos adiós: un delicado pulso entre la realidad y la ficción
Desde que decidí lanzar mi último libro, titulado, como sabéis, Todas las veces que nos dijimos adiós, no pasa un día sin que alguien me pregunte qué es real en sus páginas y qué no.
Según lo veo yo, lo bonito es justo que cada cual saque las conclusiones que le parezcan oportunas tras la lectura, aunque, dado que tampoco soy tan cruel como para dejaros con la duda hasta el día del juicio final, he escrito aquí una pequeña entrada para aclarar algunas cosas al respecto.
Si queréis averiguar hasta qué punto los acontecimientos del libro responden a la lógica de la realidad o a la de mi imaginación, solo tenéis que continuar leyendo.
Las respuestas quizás os sorprendan, ya que a menudo aquello aparentemente más inverosímil refleja mejor la realidad que aquello que parece más auténtico.
Pero vayamos mejor por partes, como siempre…
Primera parte: Florencia, 1998
De los cuatro bloques que componen la novela este es sin duda el que contiene la mayor carga autobiográfica. Alrededor de un ochenta por ciento de lo que en él se cuenta es absolutamente verídico, y en cuanto a los personajes, si bien me he tomado algunas licencias para agilizar la narración y condensar cosillas, su base no es menos real.
Marino existió, Silvana existió, Rita existió, Dimitri, Hugo y Desireé existieron, Papiss existió, y, por supuesto, Selene también existió (con otro nombre, claro) y casi todo lo que cuento sobre lo vivido en Florencia junto a ella ocurrió tal y como lo cuento salvo por algunos pequeños diálogos y situaciones que, pese a que no sucedieron exactamente de la forma en que yo lo relato, sí lo hicieron de un modo muy similar.
En caso de que ya hayáis leído el libro, sabréis bien a qué me refiero…
Segunda parte: Galicia, 2008
A partir de aquí la ficción ya comienza a ganarle terreno a la realidad. Entre otras cosas, porque el mero hecho de que esta parte se encuentre narrada desde la perspectiva de otra persona ya implica una alteración significativa de los acontecimientos, y, obviamente, también porque la atípica conversación que sirve de eje a esta sección del libro nunca llegó a producirse fuera de sus páginas.
Estuvo a punto, eso sí. No en vano, la idea medular de la novela surgió de la pregunta que me asaltó por entonces, tras averiguar atónito el paradero de Selene, sobre qué ocurriría si nos reencontráramos diez años más tarde en unas circunstancias tan inusuales y con una visión tan diferente de las cosas.
La respuesta a esta cuestión constituye el núcleo ficticio de esta segunda parte. El resto, sobre todo lo relacionado con mi propia deriva (e incluso con el papel de mi tío en la trama, que no me lo he inventado aunque lo parezca) es real al cien por cien.
Tercera parte: Prefectura de Shiga, 2018
El gran acontecimiento de este tercer acto (no lo mencionaré para ahorraros destripes innecesarios, aunque sea fácilmente deducible), tampoco llegó a suceder más allá del terreno de la literatura. No obstante, como en el caso del segundo bloque, se trata de algo que pudo haber ocurrido sin ningún problema dada mi tendencia a lanzarme de cabeza a piscinas que no me convienen demasiado…
Lo que sí sucedió de forma muy muy fiel al libro es lo relacionado con mis erráticas tribulaciones por medio mundo y con las inolvidables experiencias que viví en territorio asiático.
En cuanto a Kumiko, personaje sin duda clave en esta parte, no es alguien que haya existido como tal, pero en su figura confluyen muchos de los rasgos de ciertas personas con quien, de algún modo, terminé viviendo situaciones bastantes similares a las del libro.
Cuarta parte: México, 2028
Como ya supondréis teniendo en cuenta la fecha, esta última parte es la más fantasiosa de las cuatro, aunque, de nuevo, tampoco tanto como podría parecer…
Se trata aquí, más que de ficción pura y dura, de un sincero ejercicio de prospección a futuro alimentado por lo que de él ya puedo vislumbrar desde el presente. En este pronóstico se mezclan autopercepciones de carácter íntimo con conjeturas más o menos fundamentadas sobre el posible devenir de mi propia vida y alguna que otra licencia dramática necesaria para apuntalar la trama.
Lo importante, sin embargo, es que los sentimientos de los que me valgo para cincelar la historia no son ninguna invención y que todas las ideas presentes en sus diálogos reflejan de manera muy fiel gran parte de lo que opino respecto a los temas principales del libro.
Mención aparte merece todo el asunto de las elucubraciones del protagonista acerca de la escritura, un deliberado metacomentario sobre el oficio de juntar palabras que esconde muchas más cargas de profundidad de las aparentes y no se aleja ni un ápice, como digo, de lo que en verdad pienso al respecto.
El factor Pink Floyd
Además de todo lo anterior, la banda sonora de cada parte contiene numerosos temas musicales que también han marcado mi vida más allá de la ficción. Algunas de estas composiciones, de hecho, están tan enraizadas en mi memoria que, con solo escuchar sus primeros acordes, se me pone la piel de gallina, hasta el extremo de que considero la mayoría de ellas como algo indisociable de mi propia biografía.
El caso de Pink Floyd es especialmente destacable en este sentido, ya que el mítico grupo británico siempre se las ha arreglado, por casualidad o no, para estar presente de una manera u otra en los momentos decisivos de mi trayectoria vital, y de ahí que sea su música, más que la de otros artistas también relevantes para la trama, la que sirve de leitmotiv a los acontecimientos narrados en el libro; un libro, dicho sea de paso, que no deja de ser también mi particular homenaje al conjunto.
En breve, más
Seguro que me he olvidado de muchas otras cosas interesantes sobre este peculiar forcejeo entre la realidad y la ficción, pero, como tengo aún en la recámara un tercer post sobre las curiosidades más sorprendentes de Todas las veces que nos dijimos adiós, mejor me reservo todos esos datos para dentro de unos cuantos días.
Hasta entonces, recordad que tenéis el libro a vuestra disposición tanto en edición física como en digital y que me haría muy feliz que le dierais una oportunidad.
Muchas gracias por leerme una vez más, cuidaos mucho de virus, políticos y otras plagas por el estilo y, como de costumbre, ¡id por la sombra!
Francisco Javier Rodenas Micó septiembre 3, 2020 (2:59 pm)
Me da que todas las curiosidades y anécdotas que orbitan alrededor de tu novela dan para otra. Fantástica entrada. Me dan ganas de volver a leer tu libro.